martes, 22 de enero de 2013

Metamorfosis. Capítulo IV


Buscó en el oscuro callejón alguna puerta abierta, pero estaba rodeada de ladrillo rojo y el olor putrefacto de los contenedores. No sabía qué le deparaban aquel grupo grotesco, pero de una cosa estaba segura: lucharía hasta el final.
Cuando se dio la vuelta, los vio a la salida del callejón, saboreando la derrota de su presa y el premio que se darían tan suculento.
-Ya no podrás escapar, pequeña ratona de biblioteca- gruñó el que parecía el líder del grupo- La venganza será dulce, muy dulce.
Unos sonidos provenientes del resto lo secundaron y empezaron a caminar lentamente hacia ella. Aurora suplicó una última vez a quien fuera que la oyera que la ayudara con lo primero que apareciera en su camino, mientras aquel grupo siniestro y corrompido se acercaba inexorablemente.
Un ruido metálico se oyó a lo largo del callejón cuando una sombra emergió de la oscuridad.
-Hey, vosotros- llamó aquella figura. Al emerger de las sombras un reflejo de luz cayó sobre la cabellera indomable de color del fuego.
-Vaya, pero si es la marimacho. Ya parecía que no pensabas socorrer a tu novia.
-No es mi novia, imbécil de mierda. Es mi amiga, así que déjala en paz o te lo haré pagar muy caro.
El portavoz se le encaró y mostró su rostro. Era el muchacho al que le pateó la entrepierna aquella primera vez y los demás, sus secuaces corderos.
-Sabes que no eres intocable, ¿verdad, bruja pelirroja? Te pillarán y te mandarán lejos de tu novia y no podrás ayudarla cuando esté indefensa.
-Lo sé, pero antes me encargaré de romper todos los huesos de tu cuerpo y dejarte tetrapléjico, cabrón abusón.
El muchacho hinchado de veneno, se lanzó a por ella y la estampó contra la pared de enfrente. Acercó su cara y escupió:
-Eso ya lo veremos, bruja pelirroja. Si no te hago pedazos a ti antes- levantó la mano y la bofetada sonó por todo el callejón. Velma no emitió ningún sonido, cosa que alertó a Aurora impotente.
-Déjala en paz, idiota- gritó histérica- Has venido a por mí, no por ella. Así que déjala que se vaya.
-Rory, no…- resolló su amiga, pero otra bofetada la hizo enmudecer.
-Qué patético tu modo de socorrer a tu amiga, ratona de biblioteca. Auténtico asqueroso. Aunque…- miró a la pelirroja que tenía entre manos y luego a la morena- si eres capaz de hacer ese acto tan heroico, te sugiero que lo hagas bien.
-Me entregaré a vosotros, si es lo que queréis; pero dejadla en paz.
Una risotada colectiva se adueñó del estrecho espacio y el portavoz cogiendo el guante, soltó de malas maneras a Velma que cayó resollando y buscando aire contra la pared.
-Vale, preciosa; vamos a ver de qué estás hecha.
En cuanto hizo ademán de acercarse, un destello fulgurante surcó el aire y se clavó en la pierna del muchacho. Profirió un grito de dolor y sorpresa cuando se volvió a la pelirroja que tenía a sus espaldas.
-Como le toques un pelo, me haré cargo de tu pestilente cuerpo, hijo de puta- gruñó con fiereza Velma. Aquello superó la paciencia del muchacho el cual se lanzó a por la chica.
De pronto, los ruidos de carne contra carne y los gritos ahogados de Aurora surcaron el silencioso callejón. Luego volvió el silencio y el cuerpo del muchacho caía hecho un amasijo a los pies de una irreconocible Velma. Aurora la miró de hito en hito buscando algo conocido en aquella figura oscura y vengadora, con melena llameante. Sus ojos destilaban un sentimiento entre ira y locura. Entonces levantó la vista y se centró en el resto del grupo.
-Estoy dispuesta a seguir dando palizas al que se le acerque. ¿Algún voluntario?- dijo en tono bajo y lleno de promesas oscuras. Los chicos salieron atropelladamente del callejón dejando a su líder hecho pedazos en el suelo.
Aurora no sabía reconocer en aquella figura revuelta al acosador que la había perseguido minutos antes o el vacilón de aquel primer día. Tampoco podía reconocer en aquellos rasgos fieros a su mejor amiga.
-Aurora, nos vamos- Velma tendió una mano en su dirección y como una autómata, la aceptó y estrechó. Miraron por última vez a aquel muchacho asqueroso y emprendieron el camino a casa.

Cuando llegaron a la puerta de Velma, se detuvieron y miraron la calle apenas alumbrada por las farolas.
-Aurora, siento haberte asustado de esta manera…- empezó a decir Velma
-No me has asustado- le interrumpió- Hacías lo que debías.
-No siempre estaré ahí para protegerte. Lo sabes, ¿verdad?- la miró con una mezcla de remordimiento y ansiedad.
-Si no hubieras estado, me habría defendido, por supuesto que sí.
-Antes no estaba y cuando llegué, no parecías tener intención de hacerlo.
Qué bien la conocía, después de casi diez años juntas.
-La próxima vez estaré preparada- le prometió Aurora con valentía en su voz.
-Eso espero, renacuaja. Eso espero.

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